martes, 29 de septiembre de 2009

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jueves, 11 de junio de 2009

Escatología: la historia como última esperanza

sin titulo
instalación
monitor sobre pedestal dorado, cabeza moldeada con distintos deshechos sobre superficie circular
medidas variables
2009

La exumación de cuerpos muertos promete un hallazgo para nuevos estudios, en un estado donde las cosas se deshacen en las manos. Finos tratamientos dan con lo requerido: nuevas pistas para entender lo sucedido y complementar asi lo que falta en la historia. La muerte no es si no el primer paso para la investigación de un suceso que marca diametralmente la vida de los restantes, aquellos que por necesidad aspiramos a la conservación de nuestros bienes, tanto materiales como corporales. Sin duda, no todo lo que perece es conservado. Nuestro cuerpo está condicionado para expulsar deshechos que van directamente a acueductos que viajan por debajo de la superficie y que desembocan lejos de nosotros. Son nuestros deshechos los más repulsivos en nuestra vida, e intentamos apartarlos de nosotros lo más rápido posible. Pero un cuerpo no. Al avanzar los días, un cuerpo muerto expele hedores putrefactos, la piel empalidece, el cuerpo se hincha y se llena de manchas verdes. Debido a esto hay quienes que optan por incinerar a sus seres queridos, para conservarlos en el salón de la casa, y evitar que aquél "cuerpo" se destruya por agentes biológicos que dejarán a ese, "el cuerpo", como un montón de excremento.
Me atrevería a decir que el instinto de conservación de los restos es una necesidad que obedece al orden de lo religioso, de lo sacramental, que, mediante un proceso de transubstanciación, es que aquél "deshecho" cobra un sentido trascendental, que no caduca en la muerte misma, sino que continúa "en vida" en su compresión más mínima: ser excremento.
Escatología proviene del griego "éskahtos" o "eschatos" (último, final) y "logos" (estudio) y se define por la Iglesia Católica como "el discurso de las cosas últimas o finales, como la muerte y el destino final del alma". Así mismo, escatología proviene del griego "skor", "skathos" (excremento).


jueves, 29 de enero de 2009

Nexo: Determinación y comprensión

INTRODUCCIÓN

 

Como punto de partida he considerado parte del análisis que Arthur Danto hace sobre el arte y la estética en el libro Transfiguración del lugar común, donde se advierte la idea de un objeto o cosa nominado con la etiqueta de “arte”, y también la idea de discriminar en un fin último lo que es y no es arte, y lo que es objeto de arte respecto de las meras cosas. El carácter interpretable de una obra de arte se dirige, en primera instancia, a encontrar y percibir características “similares” de lo que (culturalmente) se conoce como trabajo de arte, hasta concluir en la idea de emitir juicio respecto de las obras como “bellas”, un juicio “estético” que muchas veces se presenta a la inversa. En este juicio de superficie – me refiero al juicio de de la apariencia – cabe la posibilidad de hallar un ejemplo de obra irreconocible, que no alcance la dimensión para ser considerada como obra de arte, aún cuando esté etiquetada con el título de la obra. En este caso la obra no es “oculizada” (analizada con el ojo) y las consideraciones primeras de los “aires de familia” y las obras “bellas” desaparecen. No hay rango de comparación aparente con trabajos que se le asemejen; no alcanza a ser un objeto suficientemente extraño o suficientemente extenso. No hay forma reconocible y por ende la idea de obra se desvanece en un vacío escabroso: el lugar de la obra sin obra, un muro vacío, un suelo vacío. Podemos recordar la obra de Arturo Caríceo, obra invisible 012789, cuya etiqueta revelaba la continuación de la obra en Internet que justificaba el por qué del muro vacío y sin obra objetual. El ejercicio del “muro vacío” ya se trajo a la galería mucho antes, en la época en que Yves Klein (1958) se cuestionaba sobre la obra institucional al exponer un lugar vacío: sin cuadros ni objetos estéticos, sino vacío, aire entre los espectadores, muros en reposo, un ambiente de silencio. En aquél silencio generado surgen internamente las primeras preguntas: ¿dónde está la obra?, ¿dónde están las cosas?, ¿en qué momento aparecen? La obra está ahí, y se hace abierta y congnicible al momento de cuestionar su existencia. La obra comenzó con la concepción de la idea, en el ejercicio teórico y la posible reacción que causaría, y culminó en el momento en que se hizo visible la no-visibilidad de la obra: aquí existe un trayecto, un mecanismo de funcionamiento, un ejercicio de extensión de una obra, una identificación de nodos. La interpretabilidad no es más que otro mecanismo que continúa fuera de esta extensión, lo que no se puede mesurar, lo que es mero juicio particular.

Cada obra demarca su dimensión: lo que no es descrito de antemano no es parte de la obra. Sin embargo, es recurrente la idea de adjudicarle a la “obra de arte” una extensión desmesurada de posibilidades, muchas veces azarosas, de formas y significados. Cuando una obra de arte no demarca sus posibilidades (estéticas) tiende a des-armarse en múltiples definiciones de la misma, y por consiguiente, a dificultar su finalidad como «obra de arte». Dilucidar la intención sintáctica de una obra es descifrar una serie de mecanismos que se encuentran funcionando ante el espectador, que han sido pensados y ordenados para que sea cognicible, entendible, “visible”.

En este ensayo mis intenciones se vuelcan a revisar ciertos tópicos de la estética, en la  historia del arte, y establecer una propuesta analítica para las obras de arte, considerando aspectos formales y teóricos a través de un ejercicio para identificar los conceptos de nodo y nexo, y así establecer un método de lectura de una obra de arte.