Mnémica, la necesidad de recordar, o mas bien, me gustaría llamarlo deseo de recordar, el deseo de indagar en nuestra memoria y recorrer centenares de imágenes que causan eco en nuestra cronología existencial, imágenes que han convertido cuerpos olvidados sustancialmente en vivos recuerdos nostálgicos, en escombros de la memoria.
No puedo dejar de mencionar la muestra artística ocurrida hace ya un tiempo en la galería Die Ecke, de Sebastián Mahaluf y Rodrigo Canala. Yo como simple "observador" puedo de alguna manera re-construir los nexos, aquellos que la historia los muestra como restos olvidados en nuestra agenda. Sin embargo no es menor traer a colación la divagación de lo que alguna vez fue, una suerte de "espasmo" de la memoria, al dejarnos llevar por un impulso vago de nuestro ojo (que no ve) para re-conocer (o divagar, insisto) en eso que está en frente, que excede toda regla racional y que, sin embargo, tensa los nexos históricos:
¡ El cuerpo se lo han llevado, donde lo has puesto !
Que desgarrante es el vacío. Insito, ¡ Que desgarrante es el vacío ! El levantamiento del cuerpo fue una extirpación viceral de Magdalena, tanto que su divagación (ergo) provocó una extirpación viceral de Cristo ¡ de la faz de la tierra !
El nos tenía pronosticado la vuelta a la vida, la resurrección deseada de los cristianos, ¿por qué entonces divagar? Magdalena se confundió, quizas, por la mera relación de apariencia; fue traicionada por su Memoria, perdió en ese momento la Fe.
Mnémica, o quizas "fe", es lo que ocurre en la divagación de nuestra memoria, como deseo de re-construir espacios vacíos sin saber que poner "para rellenar", tan solo impulsado a buscar en nuestro extenso archivo una imagen o situacion, para que se ajuste a tal eventualidad.
He estado hablando todo este rato de una nostalgia cristiana, una necesidad quizás social, quizás personal. Quizás, no sé, un deseo y no necesidad. Es muy delgado el hilo que los diferencia. Se logra discriminar cuando se asume una voluntad.
¡ Rabbino !, Magdalena exclama luego de que su percepción pudo asentar cabeza en lo que tanto deseaba, y que se presentaba frente a ella. El proceso de "reconocimiento" que quiere decir volver(lo) a conocer, extrae de la memoria aquella imagen que calza con lo que está ocurriendo, y lo que está ocurriendo (digamos este acto ejecutado por el cuerpo aun "irreconocible"), toma forma y adopta la apariencia definitiva, aquella que encaja con los hechos. Es justo en este momento donde lo mnémico genera ese deseo que tiene la fe: tocar el cuerpo del resucitado.
Es muy curioso, siguiendo con eso de lo cristiano, entrar a una iglesia y ver muy al fondo una lucesita rojita, pequeñita, que según católicos es "la prescencia de Cristo mismo". Ya me puedo imaginar grandes catedrales, frívolas, extensos espacios, ecos perturbadores, kilos de yeso policromado con formas de santos y cosas, y aquella lucesita rojita y tímida. ¿No es acaso aterrador el vacío? Ellos están conscientes de la vacuedad, a si mismo, de las imágenes, que remplazan rápidamente por una luz, símbolo de la prescencia, ahora inmaterial.
Absolutamente melancólico. El vacío es nuestro peor enemigo.
Entonces, la "imagen", para el cristiano, o el devoto, es el mecanismo de emplazar una determinada forma que "cubra" o colme ese vacío que deja la no-precencia in situ de aquella entidad, en el momento donde nace la necesidad del diálogo, y que rápidamente, evoca una imágen que se encuentra archivada en nuestra memoria para hacerlo reconocible.
Noli me Tangere: No me toques, porque no puedes hacerlo. No podemos hacerlo, por más que intentemos. Es frustrante el vacío que queda entre aquél Dios del cristianismo y el mismo cristiano, y su mejor apoyo es la Fe: solamente alguna cosquilla necesaria o deseante en nuestra imaginación, memoria.
Mnémica.